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ISSN 1989-4163

NUMERO 39 - ENERO 2013

Fin del Mundo y Punto. Y Pelota.

Rosa Mª Ortega

¿Estás? ¡Porque yo estoy! Y si yo estoy, eso es que están los demás, ¿no? Anda que no me he mirado ya veces de arriba a abajo, por todos lados, y no me encuentro nada... ¿Tú estás enter@? ¿Tienes todos los dedos? Correcto. Entonces, asunto zanjado. La Vía Láctea sigue su curso y la Tierra en su lugar correspondiente, que es donde tiene que estar. ¡Hombre, ya, con la tontería! Los rumanos, en Rumanía (o en el metro, a mí me da igual), los canadienses donde Celine Dion, los norcoreanos orbitando su satélite con el corazón contento y lleno de alegría, y el consejo de la ONU, de tembleque, por si el cohete fuera o fuese un misil de largo alcance de a tomar por culo, porque la algazara de los de Corea del Norte les parece un pelín hedionda y no se fían ni de Dios.

Hablando de Dios. Él sí que sabe, que hizo el mundo en 6 días, y al 7º, como estaba cansado, pensó: “Que sigan los Mayas, que son muy apañaos pa’ estas cosas”. Y los Mayas, que eran muy obedientes, dijeron: “Vale, aceptamos 7”. Y lanzaron 7 profecías findemuderas más chulas que la mar salada:

1ª profecía: 22 de diciembre de 2012: fin del mundo.
2ª profecía: 11 de agosto de 1999: eclipse solar apocalíptico.
3ª profecía: Ola de calor en el planeta.
4ª profecía: Derretimiento de los polos.
5ª profecía: El hombre se convierte en depredador de todo.
6ª profecía: Cometa espeluznante (por no decir “apocalíptico” otra vez).
7ª profecía: ¿¿  ??

Oye, mira, la 7ª la he leído como 3 o 4 veces y no acabo de pillarla, así es que me pasa como a Dios, que después de 6, ya estoy cansada. Si hay que bajar al inframundo, se baja y punto. Y si no, pues seguimos. Y aquí estamos. La mar de bien. Porque teniendo todos los dedos, ya está.

A mi madre, el fin del mundo le pilló dando un paseo por las playas de Matalascañas. La llamé por teléfono y le dije: “Mamá, que se acaba el mundo”. Y ella: “Ya lo sé, nena, pero se ha acabado muchas veces.” “183” – le digo. “¿Tantas?” – pregunta. “Sí, mamá. Desde la caída del Imperio Romano, 183 veces. Qué luctuoso, no somos nadie. Y este viernes, otra vez se acaba el mundo.” “Bueno, hija, el sábado empezará otro”. Qué inteligente es mi madre. ¿Qué te dijo a ti la tuya? Yo, al final, colgué el teléfono y la dejé de paseo por Matalascañas. Pensé que a lo mejor tenía que irme rauda y presta a Bugarach, y asentarme por allí, entre el peñasco salvatorio del Apocalipsis. Yo no lo sabía, pero Bugarach es una aldea al sureste de Francia, de unos 200 habitantes (que iban a subir a 201 conmigo), situada junto a una roca milagrosa que se iba a mantener a pie de tierra cuando el mundo se viniese abajo, y eso es sólo el principio de lo maravillosa que debe de ser la vida en esa aldea de los huevos. Deberían hacer campaña los galos en EE.UU.: Ven a Bugarach y vive la vida eterna. Alza la pierna, coge un avión y ven a esta tierra a tumbarte en la cama. Tu aldea líder: Bugarach Obama. Menudo eslogan para salvar a los americanos del fin del mundo... ¡Lo mismo iban! O hacían una réplica de Bugarach en Oklahoma, en algún antiguo territorio indio, vete a saber... Si copian el cine francés, ¿no van a saber hacer una aldea con un peñasco? ¡Vamos, que no!

Al final, me quedé en casa, que era donde más calentito se estaba, y a mí no se me había perdido nada en Bugarach. De todas formas, si se terminaba todo, que me pillase agarrada a mis pertenencias, viendo la tele, en mi sofá, con las plantuflas puestas. Pero no pudo ser, porque vino a perturbar mi paz del hogar la vecina del 3º. A las once de la noche. Quedaban 60 minutos de vigencia de 21 de diciembre como para que el mundo pudiese aún llegar a su fin. Y tú dirás: ¿qué quería la del 3º? Lo de siempre: nada. Poner a prueba mi santa paciencia y meterme miedo en los higadillos para perderme de vista y que me fuese a la aldea del peñasco, o a Matalascañas, con mi madre, yo qué sé... Me dijo que estaba cenando en la salita y había oído un estruendo del tipo “se está resquebrajando la pared”, y que también olía a quemado según bajaba el tramo de escalera que llegaba a mi piso, así es que fui con ella al patio a mirar el edificio desde fuera, y a hacer un análisis exhaustivo y a oscuras de las grietas en la fachada. Luego hicimos lo propio con linternas en la buhardilla y en el cuarto de los contadores del gas. Y luego, nos caímos las dos al tropezar con el cubo de fregar en el cuarto de la limpieza. Y aún tengo un cardenal Richelieu en la rodilla. Y luego, cuando ya habíamos desechado la idea de un terremoto, un cortocircuito y una invasión de fantasmas, nos dimos las buenas noches y entramos cada una en su casa, a ver si al día siguiente nos tocaba la lotería o algo. Y eso es lo que hay. Además de que he confeccionado una lista de 100 propósitos para este año, porque el año pasado hice una lista de 4 y no cumplí ni uno, así es que esta vez me he dicho: “¡Tú, a lo grande! Que alguno cumplirás de 100, digo yo...” El mes que viene te cuento cómo va la cosa. De momento, empiezo el 2013 comiendo canelones en casa de mi madre, que ya ha vuelto de Matalascañas. Siempre le digo el mismo cumplido culinario: “Mamá, como siempre, buenísimo”, porque me acuerdo de Bertín Osborne en el anuncio del jamón Navidul. Seguro que Maya (la abeja no, la civilización) no había probado el jamón, porque si los Mayas se hubiesen puesto hasta el culo de jamón ibérico y hubiesen bailado el okot uil, que lo he buscado y era una danza de las suyas, yo creo que no se hubiesen emperrado tanto en que el mundo tenía que tener un fin y punto. Pelota.
  

Fin del mundo

 

 

 

 

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